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Las madres que son primera generación universitaria y decidieron marchar al Congreso con sus hijos

La plaza se llenó de un mar de voces en la segunda marcha universitaria, que reunió a miles de personas en defensa de la educación pública. Entre la multitud, una presencia conmovedora se hizo notar: padres y madres de primera generación universitaria que, con sus hijos a cuestas, compartieron sus historias y motivaciones para marchar.

Manuela Caro, de 31 años, es graduada y docente en la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires. Junto a su hija de seis años, Amelia, se unió a la marcha con un solo propósito, «defender lo que a mí me dio acceso a la educación», expresó con orgullo.

De su mano va su pequeña hija. Lleva un cartel con dibujos de muelas que hizo ella misma y que reza: “Defendamos la educación pública. «Ella sabe muy bien lo que es el esfuerzo para llegar a los lugares que deseamos. La traje para que sea testigo de esta lucha. Quiero que sienta lo que significa estudiar en la gestión pública. A la anterior marcha no vino, pero fue tan linda y tan pacífica que decidí traerla”, comentó mientras sostenía un cartel que su hija había decorado.

La historia familiar de Manuela está marcada por sacrificios y esfuerzos. «Soy primera generación universitaria», dijo, con emoción.

“Ayer veía que mi facultad, con sus proyectos de extensión universitaria fueron a Añatuya, una localidad de Santiago del Estero. Mi viejo vivía ahí, era un pibe que andaba descalzo por el monte y que se vino a Buenos Aires con mi vieja. Nos dieron a mí y a mis hermanos la mejor educación que pudieron. Mi mamá es ama de casa, pero también muy emprendedora y mi viejo falleció hace dos años, trabajó toda la vida en fábricas de papelería. Y la verdad que hoy cuando estoy acá y veo a todos los jubilados, me emociona mucho porque él hoy estaría acá conmigo», dice al terminar con lágrimas en sus ojos.

Esther Lidia Lalbornoz, es profesora de artística y egresada de la Universidad Nacional de las Artes. Llegó a la marcha desde Guernica junto a su esposo y su hijo Ignacio, de cuatro años, que va en sus hombros mientras ve con atención las columnas avanzar.

Esther junto con su marido y su hijo, Ignacio.Esther junto con su marido y su hijo, Ignacio.«La educación pública me levantó, me acogió en sus aulas y me sigue transmitiendo el amor por enseñar», afirmó Esther, haciendo hincapié en la importancia de que su hijo crezca con esos valores.

«Vengo de una familia que no pudo llegar a estudiar. Mi mamá fue ama de casa y mi papá trabajó de albañil», contó con sinceridad. «Quiero que Nacho comprenda que la educación pública es la base de cualquier país y que es nuestra responsabilidad defenderla». La familia encontró en la marcha una forma de honrar su historia y su futuro.

En el cordón de la plaza del Congreso, a la espera de la lectura del documento, está Ana con su hija Solana, de 13 años, que con seguridad manifestó: “Vine para apoyar a las universidades, para defenderlas y seguir luchando por nuestros derechos. Yo cursé desde jardín hasta la facultad en la pública. Me recibí de psicóloga y tengo un papá y una mamá que no pudieron llegar a estudiar en la universidad y la verdad que mi ascenso se lo debo a ellos completamente. La universidad es una política de ascenso social”, dijo.

Ana con su hija Solana durante la macha universitaria.Ana con su hija Solana durante la macha universitaria.De forma tímida, Solana se anima a contar por qué acompañó a su mamá y a sus amigas. “Vine para acompañar a todos los que alguna vez pisaron la educación pública y porque yo también voy a ir más adelante, cuando sea más grande”, cuenta a Clarín.

Belén Teravía (37) marchó con su hija Catalina, de tres años y medio, desde Morón. “Vinimos en tren. Un poco para sentir la mística de venir con todos los que somos hijos de los trabajadores y que pudimos llegar a estudiar en la universidad. En particular, yo vengo de una familia no universitaria, pero gracias a ellos pude alcanzar ese nivel”, expresó, reflexionando sobre su paso por la Universidad de Buenos Aires, donde estudió Comunicación.

Belén Teravia y su hija Catalina, de tres años. Foto: Fernando de la OrdenBelén Teravia y su hija Catalina, de tres años. Foto: Fernando de la Orden«Quiero transmitirle a mi hija la importancia de la educación pública para el desarrollo de un país. Vine para que ella entienda que la universidad abre puertas. No solo se trata de lo que uno aprende en un libro, sino de las experiencias que se viven. Es también hacer honor al esfuerzo de nuestros viejos y llegar a los lugares donde ellos quisieron estar, pero que por circunstancias de la vida no pudieron”, explica. Belén resaltó que la marcha no solo es un acto de defensa, sino también una enseñanza: «Es ocupar la calle y aprender a luchar por lo que es justo».

Belén y su hija se unieron a la multitud. La segunda marcha universitaria se convirtió en un lugar donde las historias de estas familias de primera generación universitaria se entrelazaron con un objetivo común: defender la educación pública y garantizar un futuro mejor para las próximas generaciones.

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