María siempre había tenido una relación cercana con su hija, Elena. Sin embargo, cuando ella cumplió 14 años, María comenzó a notar un cambio. Las conversaciones que solían fluir con naturalidad ahora se reducían a monosílabos y puertas cerradas.
Esta escena no sucede solo en la casa de María. Se replica en miles de familias con hijos adolescentes en las que sienten que los muros se levantaron y la comunicación se torna difícil. Entonces, llega la pregunta tan obvia como necesaria: ¿Cómo volver a abrir el diálogo con ellos?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como adolescentes a las personas que van desde los 10 a 19 años de edad, una etapa singular del desarrollo humano. La adolescencia está marcada por el rápido crecimiento físico, cognoscitivo y psicosocial, que impacta en cómo se sienten, piensan, toman decisiones e interactúan los adolescentes con su entorno.
Entonces, conseguir que tu hijo adolescente comparta sus pensamientos y sentimientos puede ser un desafío. Sin embargo, hay algunas consideraciones que hay que tener en cuenta a la hora de derribar los obstáculos.
María Eugenia Saavedra es licenciada en Psicología, profesora y coordinadora del programa “Problemáticas de la subjetividad en niños y adolescentes”, que forma parte del servicio de atención de la Facultad de Psicología en el Hospital de Clínicas e identifica, en diálogo con Infobae, uno de los grandes problemas para que la conversación suceda: la falta de tiempo de los padres.
“Los tiempos han cambiado mucho y hay una gran dificultad: la disponibilidad del tiempo de los padres, que están bajo el apremio de la vida cotidiana, las exigencias laborales y lo que se está perdiendo es la práctica de la conversación”, dice Saavedra y agrega que “hay problemáticas que son inherentes al adolescente y problemáticas que son inherentes al momento social que vivimos”.
“Es esperable que los adolescentes dejen de mirar en los padres como ideal de perfección y la mirada se vuelque hacia sus pares. Quizá son chicos que en la casa están totalmente callados, pero están todo el tiempo conectados por el chat conversando con sus pares. El adolescente ya no ve incuestionables a las opiniones de los padres y mucho menos, interesantes, entonces sus intereses no los dirige a los padres”, señala la especialista.
En este sentido, el psiquiatra y psicoanalista Harry Campos Cervera da cuenta de la misma cuestión cuando dice, en diálogo con Infobae, que “la comunicación con los hijos no es algo que los adultos solo tenemos que hacer en la adolescencia, sino desde antes. Y cada vez se hace más difícil porque los padres atienden sus cosas, tienen que trabajar mucho y el hijo se cría solo, aislado o sin compañía”.
A su vez, Campos Cervera coincide con Saavedra en los hábitos que quedaron olvidados y que favorecen a la poca comunicación con los adolescentes: “Se perdió la rutina de almuerzos y cenas familiares donde el diálogo y la conversación. Es difícil establecer a la fuerza la comunicación en una etapa compleja de la vida. La comunicación se tiene que construir en el tiempo”.
Los especialistas hacen foco en el rol clave que tienen los adultos. Saavedra enumera otras dificultades de los tiempos que corren cuando pensamos en restablecer la comunicación con los adolescentes: la ansiedad y la impulsividad. “Una falla importante en los padres es responder con ansiedad cuando se enteran de una cosa y salen como locos a intentar resolver: hablar con otros padres, con el colegio, querer ir directo al tema que quieren hablar con sus hijos”, dice la experta.
Sin embargo, Campos Cervera advierte que “aquellos padres que construyeron una relación sólida con los hijos durante el desarrollo, seguramente van a tener alguna dificultad en la adolescencia, pero una comunicación franca con los hijos”.
“Es muy importante la posición que tome el adulto para conversar”, apunta Saavedra y menciona un pilar fundamental que deben tener en esta etapa: la paciencia. No precipitarse, darse tiempo, no ser impulsivos y emplear distintas estrategias fundamentales para cuidar, proteger y acompañar a los adolescentes y no dejarlos solos (aunque no quieran hablar).
Para Lisa Damour, doctora en Psicología, asesora principal del Centro Schubert de Estudios Infantiles de la Universidad Case Western Reserve y escritora de best-sellers como Untagled (Sin etiquetas) y The Emotional Lives of Teenagers (La vida emocional de los adolescentes) hay tres cuestiones simples que los adultos pueden hacer: adaptarse a sus preferencias y estar con ellos sin ningún plan.
“Es más sencillo que los adolescentes compartan lo que piensan en situaciones que les brinden comodidad. Algunos se expresan mejor cuando la conversación no es cara a cara, como durante un paseo o un trayecto en coche. Otros se animan a hablar cuando saben que la charla será breve, como antes de salir o de acostarse. Es crucial aprovechar estas oportunidades para conectar con ellos y respetar sus preferencias”, sugiere.