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Nadal, eliminado en el Masters 1000 de Madrid: del impactante saque de Lehecka a la broma en su emotiva despedida

«Que ha sido una broma, el año que viene vuelvo». Con esa broma, Rafael Nadal se sacó los nervios en medio de una emotiva despedida del Masters 1000 de Madrid, torneo que ganó cinco veces y en el que este martes fue eliminado en octavos de final por el checo Jiri Lehecka, que lo tuvo a maltraer con su servicio (llegó a sacar a 229 kilómetros por hora) y se impuso en dos sets con parciales de 7-5 y 6-4.

En un estadio Manolo Santana repleto y con clima de Copa Davis para apoyar a su ídolo y leyenda deportiva, el público aplaudió de pie a un Nadal que se controló bastante a la hora de hablarle a quienes estaban en las tribunas, como el entrenador argentino Diego Pablo Simeone.

Foto: EFE/Chema MoyaFoto: EFE/Chema Moya«La vida y el cuerpo me han ido mandando señales de que éste día iba a llegar, pude despedirme jugando que no es poco, así que muchísimas gracias por todo», dijo Nadal, también acompañado por toda su familia y equipo de trabajo en este último tiempo, ante quienes aclaró -también con una sonrisa cómplice- que todavía no se retira.

Un revés que se marchó fuera, al pasillo de dobles, fue el último golpe en la pista central de la Caja Mágica de Rafael Nadal, superado por un firme representante del tenis que viene en dos horas de juego sobre el polvo de ladrillo madrileño.

Un 7-5 y 6-4 en dos horas y un minuto fue el resumen del último partido del balear, en los octavos de final del torneo que hizo suyo cinco veces. Estrechó la mano de Lehecka al final que se apartó del colofón y del homenaje previsto, el agradecimiento del público y de la organización, al mejor deportista español de siempre.

«Contento. Ha sido unos días muy especiales para mi. He tenido la oportunidad de volver a jugar aquí, en una pista que me ha dado tanto a nivel emocional y profesional. Hace pocas semanas no sabía si podría volver a competir en un partido oficial. He podido jugar dos semanas. Ha sido inolvidable. Ha sido un viaje increíble. Vine por primera vez en el 2003. La primera vez que llegué siendo competitivo en el 2005 fue una de las victorias más emocionantes de mi carrera», aseguró Rafa, micrófono en mano dentro del court.

Antes o después tenía que llegar. Y ocurrió con algo más de tardanza que lo que esperaba Nadal en la antesala del arranque del torneo y más pronto de lo deseado para la organización pero, sobre todo, para el público.

El pentacampeón dijo adiós. Y fue sin guardar esfuerzos hasta el final. Tal y como ha transcurrido toda su carrera. Mantuvo la cara alta mientras le duraron las fuerzas. Cuestionó a su adversario, un jugador de la nueva camada centroeuropea ya consolidado en el circuito, plagado de virtudes, mientras tuvo energía. Después, con el combustible en reserva y el cuerpo en alerta, decayó.

Dos generaciones cara a cara. Parte de los últimos coletazos de uno de los miembros del legendario ‘Big Three’, ante el aire fresco que representa el checo, subcampeón en las Finales de la Next Gen del pasado año, un jugador al alza, heredero del talento que paseó por el circuito Tomas Berdych que este año ya ha capturado su primer título en el circuito, en Adelaida.

Como tantos otros, el cara a cara contra Rafael Nadal y más en polvo de ladrillo, tiene una motivación extra para cualquiera. No importa que el ganador de 22 Grand Slam haya iniciado la cuenta atrás en su carrera profesional y piense más en el retiro que en objetivos venideros. Siempre es un mérito extra contar con un eventual triunfo ante un gigante como el balear en una hoja de servicios.

Fue una derrota asumida, advertida por Nadal en la víspera. «No espero ganar a Lehecka», con el que entrenó, incluso, en una ocasión antes del inicio del torneo. Es el checo un jugador sin miedo a las alturas ni al rival. Por segunda vez en unos cuartos de final de un Masters 1000, donde le espera el ruso Daniil Medvedev, se erigió en el primer jugador de la República Checa después de Tomas Berdych en llegar a este tramo en un evento de similar nivel en tierra.

A Nadal se le escapó la victoria 60 en Madrid superado por un rival quince años menor. Por momentos, en el primer set, recordó el español a aquél jugador capaz de todo. Fiable en el resto, tuvo su gran ocasión en el octavo juego, cuando dispuso de una bola de rotura, la única, para situarse con 5-3. Pero Lehecka no hizo concesiones. Es el saque una de sus principales armas, con tiros más allá de los 220 kilómetros por hora. Ajustados, abiertos. Sacó adelante el contratiempo sin que le temblara el pulso y después, a la hora de la verdad, cuando apuntaba la manga al desempate, se hizo con el servicio del balear y cerró el set por 7-5.

Hasta ahí llegó Nadal. No está ni quiere estar por ahora para mucho más el mallorquín que prefiere terminar sano el evento y seguir su hoja de ruta para empresas mayores que no quiere malgastar. Aún así buscó un retiro del partido con dignidad, con batalla.

Empezó a asumir su adiós el inicio del segundo, cuando cedió su saque y el checo consolidó un llamativo desequilibrio que le llevó hasta el triunfo. No pudo Nadal responder al empuje de un público entregado, confiado, esperanzado que tantas otras veces le llevó a remontar el vuelo, a ganar.

El pentacampeón, nadie ha ganado tantas veces como él en Madrid, no está para épicas ante adversarios de similar talla. Le dio para hacer frente al cordobés Pedro Cachin en segunda ronda, con más de tres horas de pelea. Pero Lehecka, ahora 31 del ránking ATP pero con pinta de estancia larga más alta, no tiene fisuras. No tantas como el sudamericano.

El primer jugador fuera del top 20 en ganar a Nadal sobre polvo de ladrillo desde el uruguayo Pablo Cuevas en Río de Janeiro 2016, se situó por segunda vez entre los ocho mejores de un Masters 1000 tras el de Indian Wells el pasado marzo, para alargar su registro y sus logros en el circuito auxiliado por un juego plagado de virtudes.

Veinte participaciones en las 22 ediciones y cinco títulos quedan atrás en el camino de Nadal que se marcha de la Caja Mágica donde acudió por última vez. Cuatro partidos disputados, dos encuentros seguidos, más de ocho horas de pista, en el cúmulo de la estación de paso de Madrid, un alto en la ruta hacia Roland Garros, hacia los Juegos Olímpicos de París. Hacia la recta última, con aún buenas páginas que escribir de una inigualable carrera.

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