Gabi Parigi se federó como gimnasta a los 6 años y, a los 8, empezó a formar parte de la Selección Argentina de la disciplina. Fue atleta olímpica y a los 19 terminó su carrera deportiva tras una fuerte lesión en la columna. En ese final, empezaron otras cosas: una mirada crítica desde adentro a la competencia de alto rendimiento y el descubrimiento de un nuevo amor por la performance no deportiva.
“Consagrada, el fracaso del éxito”, coescrita (junto a Florencia Micha, la directora del espectáculo) y protagonizada por la propia Parigi, parte de su historia personal para plantear preguntas en torno a las ideas de éxito, salud, sacrificio. A través del humor, la acrobacia, el teatro físico y textos, la protagonista compone los matices de la vida de una gimnasta de élite dentro y fuera de la pista en una obra que va de lo personal a lo colectivo, indagando en las lógicas de la meritocracia y el éxito más allá del deporte.
Desde su estreno, en 2021, “Consagrada” fue declarada de interés deportivo, ganó múltiples premios (incluyendo el María Guerrero a Actriz Revelación en 2023) y tuvo funciones en distintos lugares del mundo. Recién llegada de una exitosa gira por Europa, se presenta por primera vez a Rosario con una única función este sábado, a las 20.30, en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río).
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La propuesta llega a la ciudad como parte del ciclo “En obra”, que lleva adelante el colectivo local de teatro independiente La Comedia de Hacer Arte. Con el objetivo de recaudar fondos para construir su propia sala en barrio Echesortu, desde marzo el grupo invita mensualmente a elencos y obras de otros puntos del país a acercarse al público rosarino. Ya pasaron por la grilla “Domingo, teatro total”, “Cae la noche tropical” y “Discepolín, fanático arlequín”. Todo lo recaudado en estas visitas, incluyendo la de “Consagrada”, será destinado a esta causa.
A pesar de haber dedicado buena parte de sus primeros veinte años de vida entrenando, Parigi no recuerda la primera ni la última vez que pisó un gimnasio. Cada uno de esos movimientos tuvo contextos muy particulares y tienen mucho que ver con lo que tiempo después decantaría a modo de biodrama en la obra de teatro.
Del gimnasio al escenario
“En algún punto, empecé a hacer gimnasia por lo mismo que me dedico al teatro hoy en día. De chica era muy movediza, muy inquieta, improvisaba, bailaba. Tenía una fantasía acrobática, le digo yo, un imaginario físico muy vivo, muy despierto. Mis viejes vieron que eso había que acompañarlo y darle educación porque si no me golpeaba probando cosas locas”, contó Gabi en diálogo con La Capital.
Así fue que llegó primero a la danza clásica y, poco después, ante su evidente “potencial acrobático”, a la gimnasia artística. El resto, su carrera profesional como atleta de alto rendimiento, se desarrolló sin pausa, pasando de una etapa a otra, de un torneo a otro. “Entré como un tubo”, dice Parigi. En 2003, le fue “muy bien” en los Juegos Panamericanos de Santo Domingo y en el Mundial de Anaheim, y consideró retirarse “por la puerta grande”, como sugerían los entrenadores.
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En cambio, decidió hacer un año más para “celebrar” y “disfrutar”, “conectar con la gimnasia desde otro lugar”, algo que hoy interpreta como “súper exitista”. Le planteó su idea a los entrenadores y le dijeron que la iban a acompañar, pero en realidad le siguieron exigiendo para competir al máximo. En ese momento, volvió a tener una lesión en la espalda y se convirtió en un punto de fuga, una puerta de salida de la alta competencia.
“La identifiqué como un escape que hizo mi cuerpo. Porque gracias a la lesión, empecé a ir cada vez menos y de manera legitimada. Porque algo que pasaba en el alto rendimiento es que uno estaba legitimado para descansar cuando tiene una lesión heavy. Una frenaba cuando el hueso estallaba”, contó la exgimnasta.
“Hay algo de lo expresivo, de lo artístico, que yo traigo desde que nací. Cuando dejé la gimnasia, sabía que quería hacer algo en lo que estuviera presente lo escénico, como danza o teatro. Porque identifico que, mismo en la gimnasia, disfrutaba muchísimo de las exhibiciones, de las muestras de fin de año, de los momentos de estar frente al público y moverme, pero en los que no estaba la presencia de los jueces, la calificación, la nota. En los torneos me iba bien pero los padecía. No era que la competencia me encendía si no que me generaba una angustia”, sumó.
Esas nociones de sacrificio, de éxito, de consagración, sobre todo en vínculo con infancias o personas en instancias formativas, le hacían ruido. Retirada como atleta, Parigi intentó ser entrenadora. Pero había algo de su ética que le impedía ejercer ese lugar de poder tal como lo habían ejercido sobre ella.
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Esas reflexiones, surgidas de su propia experiencia y de sus propios padecimientos como atleta, dieron forma al tipo de formadora que Gabriela es hoy. “Soy un tipo de docente y un tipo de madre porque tengo mucha reflexión sobre esto. Siempre traté de tener una filosofía en la que lo importante siempre es la creación de valores. Porque ese niño o adolescente después se inserta en la sociedad como ser adulto, ¿y será una persona que solo piense en ganar? ¿Que solo piense en lograr los podios de la vida?”, apuntó.
Por sugerencia de su hermano, llegó al circo. En una muestra de una amiga, conoció las formas más contemporáneas y teatrales de esta disciplina y supo que era por ahí. “Ahí supe que eso era lo que quería hacer e inicié una formación profesional”, apuntó. Parigni estudió en la Argentina y Francia, y creó Eureka-Laboratorio Escénico de Circo Contemporáneo, donde se desempeña como directora pedagógica.
Contra el exitismo
En 2019, apareció la inquietud de estar sola en escena. “Sabía que quería hacer un unipersonal para ponerme como artista en ese desafío, y sabía que quería que hablara de las temáticas de la exigencia en las infancias, de la lógica de la competencia en todo lo que hacemos, de lo que se muestra y lo que se oculta, del sacrificio, la meritocracia. Son temáticas que me rondan desde que dejé gimnasia, que me conmueven”, detalló.
En un ejercicio codo a codo con Micha, empezaron a “provocar material”, a “improvisar”, sin la idea clara de que el espectáculo versaría específicamente sobre la vida de Parigi. En un momento, gracias a un ejercicio de dramaturgia de un recuerdo de infancia ficcionalizado en el que contaba un día en el gimnasio, lo autobiográfico se impuso.
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“Fue muy evidente que teníamos que hacer una obra documental que partiera desde mi historia personal, que hablara de la vida singular de una deportista de alto rendimiento. Pero siempre tuvimos muy en claro que esas temáticas quedaran universalizadas, que no quedara en algo endogámico que conmueva sólo a quien lo pasó literalmente en el mundo del deporte. Y eso sucede, porque además estas temáticas están por todos lados”, apuntó Gabriela.
En ese sentido, la obra presenta intensas resonancias con la época. “Es súper actual la obra, con todo lo que estamos pasando. Porque aparece la lógica del sacrificio, del sálvese quien pueda, de pensar que la respuesta está siempre en uno mismo, la lógica culpabilizante, los abusos de poder, las ausencias del Estado, las ausencias de políticas de cuidado, de prevención, de cultura, de política deportiva. La obra también deja de manifiesto esas ausencias”, compartió la exatleta.
¿El deporte es salud?
Si bien “Consagrada” busca apuntar a lo estructural, sin dudas también afirma su potencia para introducir nociones disruptivas en el mundo del deporte. “Lo complejo del deporte es que tiene mensajes cruzados, de que el deporte es salud. Muchas veces, cuando como deportista querías decir algo, involucrarte un poco más, compartir ciertos valores más humanos o colectivos, porque un podio es un espacio de poder y responsabilidad, no había lugar para eso”, subrayó Parigi.
De hecho, antes de la llegada de Javier Milei al gobierno, Gabriela hizo una función en el Cenard, seguida de una charla debate junto a deportistas, entrenadores y comunicadores. “Muchos deportistas ese día pusieron en palabras que sufrían de depresión. Hay que hackear esta cosa del éxito, esta idea de que porque ganás medallas, sos feliz”, dijo.
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En la misma lógica, la actriz y acróbata habló de las crisis identitarias que sufren muchos atletas (ella misma incluida) una vez que dejan el deporte, cuestionó la noción “militarizada” en el mandato tácito de “entregar todo en pos de la bandera, de la camiseta” cuando se representa a la Nación y celebró a quienes desde el deporte pueden hacer críticas sociales o introducir otro tipo de discursos, como Marcelo Bielsa, y a quienes se animan a jerarquizar la salud física y mental, como la gimnasta estadounidense Simone Biles.
Finalmente, Parigi valoró la manera en que el unipersonal le permitió generar un nuevo puente entre los dos mundos a los que dedicó su vida. “Me puso mucho de nuevo en diálogo con el deporte y los deportistas, y yo eso lo agradezco. De cierta manera me fui del ecosistema deportivo porque no encontraba matcheo. Mi pata pedagógica, docente, la pude desarrollar en el circo así que no la extrañé. Con ‘Consagrada’ vuelvo a dialogar con el deporte a full”, cerró.