Por Candela Ramírez
Son casi las doce del mediodía, es martes. Como cualquier día de semana en horario escolar, la esquina de Córdoba y Moreno se llena de autos, taxis, colectivos, gente apurada que va y viene. Al aire libre, en el patio del Museo de la Memoria, ciento veinte estudiantes de escuelas secundarias de Rosario, General Lagos, Casilda y Puerto General San Martín acaban de ver en pantalla grande la película “Argentina, 1985”, que se estrenó a fines de 2022. Dirigida por Santiago Mitre, el film narra cómo se armó la acusación contra los comandantes militares que entre 1976 y 1983 ordenaron y ejecutaron cientos de crímenes en todo el país, en el marco de una represión ilegal tan desbocada como planificada. Los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo son los protagonistas, los interpretan Ricardo Darín y Peter Lanzani.
Los chicos y chicas, de entre dieciséis y diecisiete años, vieron hasta la mitad: la proyección se cortó después del momento en que Moreno Ocampo corre, huye por las calles de Buenos Aires en medio de amenazas por su investigación.
La proyección terminó pero tienen enfrente al Moreno Ocampo de verdad: cabello blanco, sonrisa modesta, cejas robustas; de jean, zapatillas, campera negra, camisa azul y micrófono en mano, Luis Moreno Ocampo responderá preguntas durante más de media hora. También comentará sus inquietudes. Insistirá en que tomen el micrófono, que le cuenten qué les preocupa, qué piensan. Propone una competencia de Tik Tok, subraya que la narrativa de la Memoria tiene que entrar allí. “Si no estamos ahí, no existimos”.
Cuando el intercambio termine, pasará la siguiente media hora rodeado por una multitud de jóvenes que le piden fotos. Acepta todas las veces y escucha con paciencia y curiosidad cada pregunta, cada comentario de los más tímidos, los que no se animaron al micrófono pero sí a acercarse a hablar.
—Quiero saber qué pensás de que en este lugar en un momento hubo un bar, antes de que fuera un Museo.
Moreno Ocampo escucha al adolescente con atención, que refiere brevemente a la historia previa de este edificio pero que en esta nota podría resumirse así: esta esquina, desde 1960 hasta 1982, fue la sede del II Cuerpo del Ejército, aquí se planificaron los secuestros de cientos de militantes políticos desde 1976. Cuando la dictadura terminó, el edificio pasó a ser ocupado por oficinas de la Municipalidad y a fines de los noventa el bar Rock & Feller’s se instaló allí hasta su expropiación. En 1998 se creó el Museo de la Memoria de Rosario —el primero en Latinoamérica— pero recién se mudó a esta sede en 2010.
Moreno Ocampo conversa con estudiantes, docentes, militantes y periodistas. Esa tarde la UNR le otorgará el título de Doctor Honoris Causa.
En 1985, Moreno Ocampo fue fiscal adjunto, junto a Julio Strassera, del conocido como Juicio a las Juntas en 1985. Raúl Alfonsín había asumido el 10 de diciembre de 1983 y una de sus primeras medidas fue crear la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep). El informe, que relevó miles de crímenes en todo el país, fue entregado el 20 de septiembre de 1984. El 22 de abril del 85 empezó el Juicio a las Juntas, terminó el 9 de diciembre de ese mismo año.
Hasta 1990, Moreno Ocampo siguió este tipo de causas. Fue el primer fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), entre 2003 y 2012.Dio clases en las Universidades de Stanford y Harvard.
Pelear por la justicia: una lucha interminable
Apenas termina la película, acompañado por el director del Museo, Lucas Massuco, Moreno Ocampo establece qué partes eran tal cual, cuáles no tanto. Refiere a su tío y familia militar, cómo su trabajo de fiscal contra criminales como Videla le costó cierta distancia. Pero le interesa algo más:
—Me gustaría saber si a ustedes, por ejemplo, les parece raro que les prohíban leer un libro. En Argentina en la dictadura se prohibió leer “El Principito”. A mi me parece que eso no les pasa ahora. No creo que eso pueda pasar ni que la policía los mate a ustedes y los desaparezca. Eso creo que no puede pasar. Me gustaría saber desde ustedes qué cosas pasaron en esa época y ya no pueden pasar. Y qué cosas sí pueden pasar porque las cosas que pueden pasar son los temas nuevos que podemos seguir trabajando, ¿no? No solamente por el pasado, sino usar el pasado para entender el futuro.
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Una de las chicas, de las escuelas de la UNR, dice que creen que “hay una censura, que no viene de nosotros sino de la idea de lo que te puede llegar a pasar, de que te tilden de cierta manera que era algo que pasaba antes”. Señala que aquello se lo señala, por ejemplo, su abuela. El ex fiscal responde que deberían hacer un Tik Tok juntas.
Son dos o tres chicas que se miran y comparten el micrófono para tratar de construir una respuesta para la consigna de Moreno Ocampo. Repiten más de una vez que en la ciudad muchos policías “piden el DNI por la calle y es ilegal, antes pasaba y ahora también”.
Una apunta:
—Nosotras también creemos que la juventud está perdida.
Se ríe ella, se ríen todos, se ríe él y responde:
—Bueno, entonces déjenos ayudarlas.
Una de ellas plantea que “es verdad que Tik Tok es algo que tenemos de una manera tan digitalizada, que lo llevamos con nosotros en el día a día, podemos usarlo para concientizar sobre esto”. Moreno Ocampo agrega:
—O para explicar o para discutir ese problema. Y ahí puede haber diferentes visiones pero el tema es que usemos el medio que para ustedes es normal para discutir, para que no estén perdidos, para que entendamos dónde vamos. Justamente, vos pensá, había montoneros jóvenes, había militares jóvenes, había fiscales jóvenes. Los jóvenes pueden hacer cosas buenas y cosas malas, hagamos cosas buenas. Este es el plan, ¿ok?
Una de ellas cuenta que le parece que la película de Mitre utiliza un lenguaje que los acerca a los jóvenes a estos temas. Moreno Ocampo plantea:
—Es que esa es la historia. Para mi esta película tiene un hallazgo que es mostrar el equipo joven de la fiscalía. Ustedes piensen, muchas de las víctimas eran jóvenes, la mayoría eran jóvenes. Los que estaban en Montoneros eran chicos de 20 años. Los represores también eran jóvenes. Los oficiales de la Escuela Mecánica de la Armada eran tipos de 20 o 25 años. Los chicos de la fiscalía también tenían 19 o 21 o 25 años. Entonces, la juventud puede hacer diferentes cosas, yo espero que ustedes como juventud hagan una cosa buenísima para el país.
Una de las últimas preguntas del grupo de estudiantes dice así:
—Te queríamos preguntar a vos que viviste esto en primera persona, que viviste el juicio, todo, si te parece que estas situaciones que están ahora o que se pueden llegar a dar en un futuro y seguro también se dieron un pasado todo en democracia, es como un retroceso de la sociedad.
—Mirá, cuando terminó el Juicio a las Juntas, yo pensé que Argentina se había convertido en Suecia. Y Argentina no es Suecia. En mi época hubo hiperinflaciones, hubo gobiernos que renunciaron, pero lo que hubo más fueron golpes de Estado. Entonces, hay un progreso enorme, no es todavía definitivo. Uno de los temas que hay cuando uno pelea por justicia en el mundo es que es una pelea que nunca terminás. Pelear por justicia es una pelea interminable, que va a llevar tu vida. Nunca terminás, nunca ganás el todo. Y tampoco nunca perdés del todo.
Así como escucha y retruca algunas respuestas de los estudiantes, Moreno Ocampo no deja de decir que “en Armenia hay un genocidio, que en Gaza hay una masacre, que bombardean gente todos los días”.
—Tenemos que entender cómo entendemos el mundo. Es un mundo complicado. La idea del Tik Tok es lo primero que hacemos. Empezamos una campaña, primero rosarina, después nacional, después mundial. A eso vamos, ¿ok? Para cambiar el mundo. Ese es el plan.
“El Nunca Más se estableció para todos”
A lo largo de la mañana, Moreno Ocampo comparte una y otra vez su preocupación por las narrativas de la memoria: cómo se cuenta la historia, en qué plataformas, cuáles son más efectivas.
En diálogo con El Ciudadano, explica que en 2020 lo invitaron “a la Universidad del Sur de California, que tiene la mejor escuela del mundo de cine. Me invitaron a discutir cómo las películas plantean narrativas sobre el crimen, la guerra y la justicia. Todavía estoy ahí, hago series”.
En 2021, Santiago Mitre se comunicó con él: “Tenía listo el guion y me ofreció verlo. Me dijo, ‘No podes pedir ninguna escena nueva pero podés cambiar diálogos, yo le cambié 98 diálogos, pero estuvo muy bien Santiago porque me escuchó mucho.
—Me pareció genial cómo logró articular una película atractiva, interesante, una historia que se entiende del principio al fin y que atrapa a gente de todo el mundo. Yo daba una clase en Harvard y se me acerca una persona y me dice, «Usted no sabe la importancia de esa película para mi país: Chechenia». Cualquier país que tuvo gobiernos autoritarios entiende la película.
Para eso, Amazon sirve un montón porque es una plataforma que te difunde por todo el mundo. Además, ahí se ve una cosa que a veces no entendemos, la masividad de estas compañías globales. Para promover la película yo republiqué un libro que tengo sobre el Juicio a las Juntas Militares. El libro vendió en un mes 4000 ejemplares, mis editores estaban contentos. La película tuvo más de un millón de espectadores en un mes. Esa es la diferencia, la masividad de la película.Tremendo.
—¿Qué otra película habría que hacer sobre estos temas? ¿Cuál falta?
—Vos podés hacer una película sobre la campaña de Alfonsín. Podés hacer una película sobre los jueces. Podés hacer una película sobre grupos de checoslovacos. Podés hacer una película sobre los defensores, sobre los comandantes, sobre las peleas entre ellos.
—¿En el marco del juicio?
—Claro, los comandantes estaban peleados. Massera mataba a la gente de Videla y no sabían cómo pararlo. Después los unimos, Videla y Massera hablaban entre ellos en el juicio, pero igual había unos pactos de silencio entre ellos. Justamente uno de los problemas de los comandantes era que no podían reconocer lo que había ocurrido. Había un pacto de silencio que ellos no podían violar.
Entonces los defensores pensaban que no iba a haber problema porque no íbamos a poder probar los hechos. Una parte de la defensa era que la fiscalía no iba a poder probar los hechos, por eso los sorprendió el volumen de la prueba que presentamos.
—¿Te imaginabas que ese pacto de silencio podía durar tantas décadas? Porque se sostiene al día de hoy.
—Y sí, yo creo que sí. Y se va a sostener y se van a morir en silencio.
—Te diste cuenta rápido de eso.
—A mi tío coronel, que en realidad es mucho más lindo que la película, le explotó un campo que tiene en Córdoba que usaban para veranear y nunca le pagaron plata y la familia nunca discutió eso. Nadie discutía el ejército y que un miembro de esa familia fuera a acusar a Videla les parecía una traición que no podían creer. Él lo fue a ver a Videla y le dijo, «General, tengo que reconocerlo, Moreno Ocampo es mi sobrino y no lo puedo detener. Hgao lo único que puedo hacer, le doy mi palabra que nunca más voy a hablar con él”. Y se murió y cumplió su palabra. Pero bueno, a mí me parecía normal eso, no me importaba que mi familia fuera así.
—Estuvo el juicio de las juntas, después hubo un proceso que detuvo esto, pero en los 2000 ya hubo una reapertura de juicios, ya tenemos cientos de sentencias por todo el país. Siempre se habla de que hay patas flojas, por ejemplo, lo civil y cada vez que investigo estos temas me encuentro con capas y capas del terrorismo de Estado. Parece imposible decir que no estaba planificado.
—No, todo planificado. Pero los militares justamente están orgullosos de lo que ellos consideran su plan contra la insurgencia. Ellos se creen creativos, pero lo venían trabajando desde el 56. Los militares argentinos desde el 56 trabajaban la planificación militar para enfrentar insurgencias y por eso establecían cabezas de cuerpo de ejército en Santa Fe, en Córdoba, no pensando en un ataque externo, sino un ataque interno.
Lo que no planificaron fue Malvinas, por eso fue el evento que destruyó la coherencia militar porque los oficiales jóvenes estaban furiosos con sus generales que no planificaron nada.
—Es interesante que vayas al 56 porque a veces se habla solo de la última dictadura, sin enlazar los periodos previos.
—Bueno pero también muestra la ausencia del debate en los gobiernos democráticos, porque no tenían un plan. El gobierno democrático de Isabelita no tenía un plan para enfrentar la violencia. De hecho, tenía a Lopez Rega que era ministro de Bienestar Social y generaba la triple A. Una locura.
Pero tampoco lo tenía la oposición. Balbin no tenía una propuesta de investigar o de cómo controlar la violencia de aquellas épocas. Entonces, los militares argentinos fueron los que tenían un plan. Un plan horrible, pero lo implementaron.
Por eso, a mí me parece una cosa interesante que en democracia Alfonsín presentó un plan que era épico: juzgar los comandantes, después cuando hicimos el Juicio a las Juntas quedó chico, porque la ley decía que había que seguir juzgando y Alfonsín no quería.
Alfonsín que empezó épico pareció que terminaba claudicando y en realidad él siempre propuso solamente juzgar a los comandantes. Lo que pasa es que después la gente pidió más. Es una cosa interesante cómo las demandas sociales siguen fluyendo. Se hicieron los Juicios por la Verdad en Argentina. Hubo investigaciones que hizo Baltazar Garzón en España.
Después se reabrieron los juicios, Kirchner lo empujó y la Corte Suprema también. Hay un proceso social que se abrió y que no se pudo detener más.
—¿No sentís ahora que quizás la sociedad dio un poco la espalda a esos reclamos o cómo lo ves?
—A mí me parece que justamente el hecho de que Milei use la frase “Nunca Más” es éxito. Es mostrar que el Nunca Más se estableció para todos. Kirchner la aprovechó para su visión él aprovecha para su visión, pero el Nunca Más está ahí.
—Con el Juicio de las Juntas, pero también con los organismos desde fines de los 70 de alguna manera inauguraron una narrativa de los derechos humanos. Cuando hablamos de esa época usamos palabras que inventaron, entre comillas, ustedes. En el mejor sentido de la palabra inventar, de proponer, de nombrar, decir “acá pasó esto”.
—Se cambió la narrativa, claro. Se cambió la narrativa.
—Tengo la impresión de que ahora está costando inaugurar una nueva narrativa. La propuesta del TikTok puede ser una de las maneras para pensar cómo intervenir públicamente para hablar estos temas
—La batalla por la memoria es permanente. Siempre va a haber gente que quiera imponer su narrativa, pero a mí me parece muy interesante que el Nunca Más se mantiene. Y por eso también funcionó la película “Argentina, 1985” y el documental “El Juicio”, que es buenísimo.
Si hacemos una campaña de Tik Tok la narrativa se sigue discutiendo. Somos una sociedad democrática, que tiene muchas ideas distintas y está bien, eso es así y es legítimo, pero me parece que el nuevo fundamento es Nunca Más. Y hasta el 83 el nuevo fundamento era “acá no pasa nada, ganamos la guerra contra la subversión”.