“Yo dejé de sentirme frustrado cuando me di cuenta que las vidas de las personas que contaban esas historias eran más interesantes que sus extraterrestres, sus fenómenos o sus milagros” confía el periodista especializado en hechos misteriosos o inexplicables Alejandro Agostinelli, en diálogo con La Capital.
Nacido en el barrio porteño de Saavedra el 29 de abril de 1963, Agostinelli inició su carrera periodística como cadete del diario La Voz en 1982, aunque ya desde 1977 publicaba boletines sobre ovnis.
A comienzos de este siglo, Agostinelli lanzó el sitio Dios.com y sucesivos blogs: Magia Crítica, en el diario Crítica; Ciencia Bruja, en Yahoo!; y FactorElBlog.com, que hace poco cumplió 15 años. Es autor de “Invasores -Historias reales de extraterrestres en la Argentina-” (Sudamericana, 2009) y acaba de publicar “Argentina X. Un cronista a la caza de fantasmas, alienígenas y demonios”, editado por el Fondo de Cultura Económica.
Me gusta que le llames berretín. Después de medio siglo de explorar rarologías, está dentro de lo aceptable preguntarse si la mía no será una chifladura, una obstinación como cualquier otra. ¿Seré tan distinto de los nostálgicos de revistas antiguas, los acumuladores de traducciones de Borges o los coleccionistas de mariposas? No, no creo ser tan distinto. En vez de autoflagelarme buscando en el asunto alguna sistematicidad, un corpus que me permita desarrollar una teoría científica, elegí escuchar a personas que tuvieron experiencias extrañas para conocerlas –quizá más a las personas que a las experiencias– y tratar de entenderlas. Hay pasiones sin explicación. A mis diez años yo dibujaba historietas donde mis personajes eran protagonistas de vivencias increíbles inspiradas en las películas y las series que veíamos en los 70, “El Túnel del Tiempo”, “UFO”, “Los invasores”. A los 14 años empecé a anotar las experiencias locas de los amigos de mi mamá y otras personas con las que me cruzaba. Esos fueron mis orígenes.
¿Por qué el libro se titula «Argentina X»?
Es un guiño a The X-Files, la serie Los Expedientes X de Chris Carter, que Telefé rebautizó Código X. Fue un producto de culto en los 90. Cierta nostalgia por la serie persiste, y es una referencia clara a una zona marginada de la cultura. Varias crónicas del libro ocurrieron mientras la serie se emitía o son herederas de aquellos años. La obra de Carter –a mi entender, no lo propongo como una verdad revelada–, cristalizó en mi generación una variedad ecléctica de temas en clave de “ficciones basadas en hechos reales”. Posesiones diabólicas, walk-in o alienígenas encarnados en humanos, muertos devueltos a la vida, niños con súperpoderes, milagros imposibles, el monstruo de la semana… En la serie pasaban cosas basadas en las noticias que veníamos investigando “con rigor cariñoso”, como dice Daniel Riera. Para la prensa generalista, en cambio, eran clicbaits. Pedir atención, rellenar páginas o calmar el hambre del público por casos asombrosos. Nunca o casi nunca para pensar sobre estos temas sino para pasar el rato.
Agostinelli 2
¿Coincidís con la frase de Javier Aguirre sobre su mayor interés por las historias de extraterrestres que por ellos mismos?
Claro, más cuando buscar evidencias es frustrante. Hace poco conversaba con un amigo que a lo largo de décadas puso fichas en el hallazgo de pruebas de fenómenos “increíbles pero reales” que jamás encontró. “¿Por qué los periodistas del misterio celebran testimonios espectaculares y yo, al revés, encuentro explicaciones prosaicas? ¿Por qué ellos confirman sus expectativas y yo descubro hipótesis en las que no había pensado?”. Se preguntaba esas cosas. Yo dejé de sentirme frustrado cuando me di cuenta que las vidas de las personas que contaban esas historias eran más interesantes que sus extraterrestres, sus fenómenos o sus milagros. De verdad, estas personas no necesitan de maravillas físicamente demostrables. Juran vivir experiencias maravillosas y sus creencias son parte de una realidad que les golpeó. No hacen falta otras comprobaciones si sus relatos son parte de un acuerdo social. Es lo que llamamos realidad social. La prueba es la creencia. Eso lo estudian las ciencias sociales, no la astrobiología o la física.
¿El cronista debe hacer un trabajo de antropólogo social en el sentido del respeto al entrevistado y al contexto?
El trabajo del cronista es más parecido al trabajo de campo de un etnógrafo. Su labor es más inmersiva y multidisciplinaria que la de un antropólogo social. Ambos exploran la cultura, pero el narrador escucha para comprender. Sería algo más que respetar y contextualizar. En ese sentido, es el género menos convencional del periodismo. No importa tanto la objetividad, una meta inalcanzable, sino lograr confianza, cercanía emotiva con el entrevistado. Si esto lo hacemos con seriedad y sinceridad podremos aprehender muchos elementos útiles sobre la vida y las experiencias que vivieron estas personas, acompañándolas a sitios significativos y permaneciendo en el lugar de los hechos la mayor parte del tiempo posible. Escuchar, percibir, aprender en esos ambientes es la única forma de transcribir detalles y sensibilidades, colores y espesores. Esas notas tomadas al vuelo de nuestra interacción van a determinar la profundidad de la crónica que vamos a escribir. El análisis del contexto solamente implica contar los sucesos en arreglo a determinada historicidad. Que abarca desde lo que sucedió hasta lo que sucede en el momento de la entrevista.
«El relato coral de un pueblo chico copado por la idea del diablo»
¿Cuál es la mejor historia del libro?
Uh, todas son mejores historias. Me cuesta elegir. Me gustó escribir sobre los sucesos de Salavina, en Los Telares. Es el relato coral de un pueblo chico copado por la idea del diablo. Yo venía un poco abatido; llegando tarde a historias similares e importantes, una de las cuales abordo en el libro, que es el caso de la endemoniada de Villaguay, que inspiró una canción de Fito Páez. En el caso santiagueño, en cambio, llegué en pleno estallido, en enero de 2018. Eran unas 20 chicas en trance, que se contorsionaban o caían desmayadas en una escuelita alejada de todo. Entonces no publiqué nada. Si contribuía a que la historia cobrara vuelo, el drama de aquellas chicas, que habían sido llamadas “brujas adolescentes”, el cuadro social de la localidad iba a empeorar. Aquel estigma pasajero hubiese devenido en maldición.
Agostinelli 3
¿Y alguna escena favorita?
Sí, está en el capítulo “Clatú y los enanitos verdes”, que es una historia sobre la invasión de unas criaturas, descriptas por chicos jóvenes, en La Plata, en diciembre de 1983. Días antes de la asunción de Alfonsín. Para trabajar ese capítulo, me armé de archivo, visité la zona y conté con los apuntes de campo y largas charlas con Claudio Rodríguez, luego conocido como Comandante Clomro. Él vivió montones de cosas en Villa Montoro y tuvo contacto con dos criaturas folclóricas famosas. A uno le llamaban El Extraño o El Marciano y a otro El Desdentado. Una noche Claudio la pasó solo; al calor de una fogata, en medio de bancos de neblina desplegándose sobre las arboledas… y se le apareció El Extraño, un señor de unos 40 años con aspecto de persona en situación de calle. Saludó y dijo: “Paz, Katum, yo soy Kebba. Tú, Katum. Claudio le explicó que ese no era su nombre. Que se llamaba Claudio. Pero Kebba, como se presentó El Extraño, lo consideró “hijo del amor y de la paz” y que él mismo era “dios del universo”. El Desdentado se distinguía por tener una cruz en la palma de su mano y un pulgar extraño. Aparte de una notoria falta de atención odontológica, de él se decía que mantenía una relación cercana con los enanitos verdes. Claudio vio un encuentro entre ambos. El Desdentado descifraba los sueños de El Marciano. Parecían entenderse.
¿Las personas que cuentan una historia inexplicable generalmente son sinceras?
Sí, casi siempre. Los aspectos más exóticos de las experiencias que estas personas describen están relacionados no tanto con lo que han vivido sino con sus interpretaciones, influenciadas por el contexto sociocultural, educativo y emocional. En general no buscan explicaciones racionales. A veces analizan lo que les ocurrió en base a referencias culturales o creencias preexistentes, como ideas sobrenaturales, religiosas, ufológicas o espirituales, y otras no tienen idea de qué les pasó. Eso las hace sinceras e interesantes desde todo punto de vista.
¿Por qué pensás que Fabio Zerpa tuvo razón en no recibirte?
No recuerdo haber dicho eso, pero si lo hice habrá sido en broma: pudo tener sus motivos. En los 90, varios programas de TV me cruzaron con él. Y no para avalar sus dichos, precisamente. Desde uno de cable que se llamaba “A ciencia cierta” hasta “La Punta del Ovillo” de Liliana López Foresi. En “El Periscopio”, que conducía Graciela Alfano, me hicieron entrar por atrás del decorado. Así supe que él había empezado a rechazar entrevistas con alguien más. No fue más a programas donde alguien pudiera contradecirlo.
Agostinelli 4
¿El ovni del Parque Sur bajó en 1981 o era un círculo hecho por un grupo de pibes?
Cualquiera sea mi respuesta le quito toda la gracia a un capítulo entero del libro, jajaja. “La nave que arrasó a los hormigueros” es sobre un evento que me llevó a Rosario a mis 18 años. En aquella época me había acercado a Guillermo Roncoroni, un analista de sistemas de IBM y editor de la revista UFO PRESS, que lideraba un grupo de investigación ufológica de orientación científica, la CIU. El me ofreció pagarme los viáticos para averiguar qué había sucedido en Parque Sur. Fui con mi amigo Sergio Rinaldi, quien todavía no era el gran periodista ambiental que es hoy. En 1981 éramos dos ufólogos principiantes. Quedamos shockeados por un descubrimiento que hicimos no bien llegados al lugar. En 2018 volví para “cerrar el círculo”, como se suele decir, acompañado por Daniel Sargatal, un poeta de los buenos. Fue una experiencia fascinante porque habían pasado casi cuatro décadas y volví sin muchas ilusiones. Sin embargo, me esperaba una sorpresa.
>> Leer más: El astrónomo de Funes que sueña con descubrir un cometa y que ya tuvo una conexión extraterrestre
El director del Observatorio Astronómico de Funes, Damián Arquiola, me contó en una entrevista que tuvo un encuentro con seres extraterrestres en el observatorio. ¿Conocés su testimonio?
Lo conozco porque leí tu magnífica entrevista. Pero no conversé con él. No me arriesgo a dar una opinión. Si pudiera, le preguntaría por qué relacionó ese matrimonio mayor con dos hijos que afirmó haber visto con visitantes de otro mundo. Una persona desinteresada en el cosmos quizá asociaría una visión parecida con fantasmas. Su descripción, salvo el color verdoso, correspondía a seres terrenales. En el relato hay elementos místicos y en algunas partes recuerda sus charlas con ufólogos como Pedro Romaniuk y Fabio Zerpa. Esto ayuda a suponer por qué él podría hacer esa interpretación. Pero como te digo, son pensamientos en voz alta.
>> Leer más: Avistaron objetos voladores en el Alto Rosario y en Parque Independencia
El grupo Colora, de Rosario, con la ufóloga María del Carmen Dionigi, sostiene que esta zona del río Paraná posee una energía especial que la hace proclive al avistaje de ovnis y otros fenómenos extraños o difíciles de explicar. ¿Qué opinás de sobre estas ideas?
No sé si llamar ufóloga a Nanni Luminarias, como se presenta María del Carmen Dionigi. Creo que no es una etiqueta aceptable para quienes se autodenominan ufólogos. Ella afirma haber sido contactada por seres de Venus, primero, y luego por una mujer, a la que llama Jatara, procedente de un universo de Memphis, como la ciudad estadounidense donde arrancó su carrera Elvis. Según el conocimiento popular, el ufólogo trata de encontrar una explicación a los informes de objetos voladores no identificados. El contactado, en cambio, da por descontada la existencia de visitantes de otros mundos. Así, estos seres contactarían a “elegidos” para darles información sobre su planeta o transmitir a través de ellos un mensaje para la humanidad, casi siempre apocalíptico. Las visiones de Nanni, que incluyen escenarios de luchas cósmicas entre el bien y el mal, se inscriben en la tradición del contactismo mesiánico. De hecho, los oradores a los que convoca a sus congresos son parte de esa corriente. Hay cierta confusión porque ella se refiere a “estudios profesionales” o “investigaciones del fenómeno” y no a eventos litúrgicos o ceremoniales. En estas iniciativas prevalece una búsqueda religiosa que sintoniza con la expectativa de una audiencia donde resuenan ideas cultivadas desde hace 70 años, cuando del cruce cultural entre la teosofía, el espiritismo y la ciencia ficción “empezó a parir” platívolos. En “Argentina X” no me ocupo del “caso Luminarias” pero sí de otros semejantes, como el del profeta Kropp y el de Antarel Elohim, en las sierras de Córdoba. Nanni insiste en señalar la existencia de un “corredor energético” o de una “ciudad intraterrestre” frente a Rosario que, a mi modo de ver, tiene poco apoyo por falta de una tradición. Evidentemente, ella busca iniciarla y conseguir legitimidad por medio de propuestas que puedan atraer a la política, que busca hacer pie consintiendo ideales maravillosos o mágicos de curiosos a quienes les puede atraer un eventual circuito turístico, como el Museo Ovni está consiguiendo en Victoria. Pero tampoco es un tema en el que haya profundizado demasiado.