En 20 de diciembre próximo se cumplirán 80 años del decreto 33.302 que instituyó el aguinaldo, la indemnización por despido, los salarios básicos por regiones y, sobre todo, la figura del Salario Vital Mínimo, para garantizar condiciones de vida elementales dentro de un sistema capitalista. Junto con ello, el decreto otorgó aumentos salariales de emergencia y creó el Instituto Nacional de las Remuneraciones, para garantizar el cumplimiento del nuevo paradigma de derechos que se instauraba para el pauperizado mundo del trabajo.
El decreto lo preparó Juan Domingo Perón antes de abandonar la Secretaría de Trabajo y Previsión, ese mismo año, pero también incluía la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, lo que finalmente quedó afuera del texto que firmó el presidente Edelmiro Farrell, todo su gabinete, y el reemplazante de Perón en la Secretaria de Trabajo, Domingo Mercante, quien se quedó con el crédito de la identificación del decreto.
Pero el espíritu de la norma y los valores promovidos eran bandera de Perón. 1945 se convirtió en un faro de la conquista de derechos para las mayorías populares.
La respuesta de las cámaras empresarias frente a la medida fue indignada: industrias, comercios, bancos, ruralistas, el poder económico en pleno, impusieron un lock-out de tres días y lanzaron una campaña por todos los medios para intentar revertir la decisión.
Sin embargo, Perón logró que esos derechos terminaran siendo asumidos por la sociedad y se incorporaran como parte del sentido común de lo que significa ser un trabajador en la Argentina, ya sea que los mismos se cumplan o no. La aspiración del universo de los trabajadores era tenerlos.
Casi 80 años después, el gobierno de Javier Milei se propone terminar de desmontar lo que queda de aquellas conquistas materiales y simbólicas, para reemplazarlas por un distorsionado paradigma de la libertad.
Lo que pregona es la libertad para que cada uno se las arregle como pueda, y si alguien no puede mala suerte y si el más fuerte se aprovecha del débil mala suerte, con el Estado al margen o interviniendo solo para quitar más derechos a los trabajadores -como hizo hace dos semanas con el decreto que limitó las huelgas en más actividades-, pisando paritarias y reprimiendo la protesta social.
Apoyo social
El discurso de Milei que culpabiliza a una casta de sindicalistas, kirchneristas, comunistas, opositores, mandriles, jubilados que protestan, ñoquis del Estado y en general todo lo que huela a organización popular, por los males que sufren los trabajadores, ha logrado cristalizar un núcleo duro de apoyo social. Un potente dispositivo mediático y en redes sociales lo propaga y lo sostiene a toda hora.
Para esos sectores, si hay despidos, empeoran las condiciones de trabajo o los salarios no alcanzan, es por culpa de quienes llevaron al país al desorden macroeconómico con políticas populistas, regalando planes sociales, jubilaciones, pensiones por discapacidad y demás beneficios «a los vagos y a los amigos» del poder político.
Milei lo expresó este viernes respecto al conflicto en el Hospital Garrahan: “Los K inventaron ñoquis y te acusan de insensible por desarticularlos”. El presidente se presenta como un justiciero que evita que sectores de la política rancia les roben a los trabajadores y a los empresarios que pagan impuestos. La motosierra que se aplica al gasto público es el símbolo de esa supuesta obra liberadora,
“La situación la han politizado», siguió Milei, atacando por el otro flanco de la batalla cultural de la extrema derecha contra la política. «¿Estamos de acuerdo que es un tema delicado? Estamos de acuerdo también que los recursos son escasos, a pesar de que se les ha girado una cantidad récord y mucho más que el comparativo. Ahora ¿usted está de acuerdo con que haya ñoquis que le filtren los recursos a gente que no trabaja? Empleados administrativos dibujados por el kirchnerismo», completó.
El FMI y el establishment
La operación para transformar la cultura del trabajo y los derechos asociados, tan identificados con el peronismo, como algo nocivo y ventajista, para reemplazarlo por el ideario libertario del sálvese quien pueda, recibe el respaldo categórico del gobierno de Estados Unidos, el FMI y el gran empresariado local.
Milei sigue los pasos de su admirada Margaret Thatcher en el estilo de confrontación total con los sindicatos y los sectores que se resisten a sus políticas.
«Hay empresarios que apoyan al Gobierno a pesar de que les va mal en sus actividades, aunque quizás ganan con las importaciones o el carry trade, porque Milei está haciendo lo que pedían hace mucho: un avance rotundo sobre el movimiento obrero. No es solo una política de transferencia regresiva de los ingresos desde los asalariados a la ganancia del capital, es también un ataque frontal a la resistencia obrera, por lo que eso les puede permitir para consolidar condiciones de sometimiento«, advierte Matías Cremonte, presidente de la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas.
La impotencia que exhibió el gobierno de Alberto Fernández para recomponer los salarios que venían dañados del gobierno de Mauricio Macri es otro factor que identifica el especialista que favoreció la arremetida conservadora de Milei.
Servicio Militar Voluntario
La presentación por segunda vez en seis meses y la tercera en seis años del proyecto de Servicio Militar Voluntario, que para colmo ya estaba vigente, no pretende ser ninguna solución de fondo para los problemas de empleabilidad de los jóvenes. Lo que busca es consolidar la idea de que la salida frente a los problemas no es protestar sino meterse en el cuartel.
«A todos los jóvenes de 18 a 24 años que no trabajan ni estudian, los vamos a convocar para brindarles formación en disciplina, respeto y valores», había publicitado en diciembre pasado Patricia Bullrich, en el primer relanzamiento de la idea que ya había trabajado con Macri. Ahora el vocero Manuel Adorni extendió el programa hasta los 28 años y aseguró que el objetivo es brindar formación sobre “oficios concretos, como cocina, talleres mecánicos o tareas de vigilancia».
De derechos laborales, ni una palabra.