En abril, un equipo de astrónomos anunció que podrían haber encontrado indicios de vida en un planeta situado a más de 120 años luz de la Tierra. La mera posibilidad de vida extraterrestre bastó para atraer la atención de todo el mundo, incluyendo a otros astrónomos.
Durante el último mes, los investigadores analizaron de forma independiente los datos, que sugerían que el planeta, llamado K2-18b, tiene una molécula en su atmósfera que podría haber sido creada por organismos vivos. Tres análisis diferentes llegaron a la misma conclusión: no ven ninguna prueba convincente de la existencia de vida en K2-18b.
“La afirmación se desvanece por completo”, dijo Luis Welbanks, astrónomo de la Universidad Estatal de Arizona y autor de uno de los estudios.
El debate está directamente relacionado con el reto que supone observar planetas lejanos. Podemos ver un planeta cercano como Júpiter porque refleja suficiente luz solar, pero K2-18b está tan lejos que se vuelve invisible no solo a simple vista, sino también para los telescopios convencionales.
Los astrónomos idearon una serie de trucos cada vez más sofisticados para obtener información sobre los planetas lejanos. Pueden medir el bamboleo de las estrellas y la gravedad de los planetas que las orbitan. En 2010, los investigadores vislumbraron GJ 1214b, un planeta situado a 48 años luz, cuando pasó por delante de la estrella que orbita. Cuando la luz de la estrella brilló a través de la atmósfera del planeta, ciertas longitudes de onda fueron absorbidas, lo que indicaba que GJ 1214b podría tener una atmósfera rica en vapor de agua.
En 2022, los astrónomos empezaron a utilizar una nueva y potente herramienta para observar planetas lejanos de esta forma. Apuntaron el telescopio espacial James Webb hacia sistemas solares lejanos y empezaron a detectar patrones extremadamente tenues en la luz de las estrellas, pistas sobre la complejidad de las atmósferas de los exoplanetas.
Al año siguiente, Nikku Madhusudhan, astrónomo de la Universidad de Cambridge, y sus colegas, enfocaron K2-18b cuando pasó por delante de su propia estrella, utilizando instrumentos del telescopio Webb. Los investigadores concluyeron que la luz estelar sufrió un sutil cambio, causado por una atmósfera planetaria que contiene hidrógeno, dióxido de carbono y metano.
El compuesto de la vida
También hallaron indicios de sulfuro de dimetilo. En la Tierra, la única fuente de sulfuro de dimetilo en la atmósfera es la vida. Los microbios fotosintéticos del océano producen la molécula como defensa contra la luz ultravioleta del sol. La molécula escapa de sus células y termina en el aire.
Observaciones de 2024 volvieron a encontrar una firma de sulfuro de dimetilo, esta aparentemente aún más fuerte. «Hay una probabilidad de tres entre mil de que esto sea una casualidad”, dijeron los astrónomos. Pero al volver a examinar los datos descubrieron fuertes señales de hidrógeno, dióxido de carbono y metano, y ninguna prueba clara de sulfuro de dimetilo.
“Puedo decir sin rodeos que no hay ninguna señal estadísticamente significativa en los datos que se publicaron hace un mes”, afirmó Jacob Bean, astrónomo de la Universidad de Chicago, que descubrió la atmósfera de GJ 1214b.
Investigadores llegaron a la conclusión de que la señal del infrarrojo medio podría haber sido producida por 59 de las 90 moléculas. La candidata más fuerte en su análisis no era el sulfuro de dimetilo, sino el propino, un gas que los soldadores utilizan como combustible. Aunque otros análisis son menos concluyentes: “Estamos exactamente donde lo dejamos hace un mes: el sulfuro de dimetilo es un buen candidato”, indicaron.
Es posible que el debate sobre el K2-18b pueda resolverse en unos meses. El año pasado, Renyu Hu, astrónomo del Laboratorio de Propulsión a Reacción, y sus colegas, realizaron más observaciones del planeta en el infrarrojo cercano. Ahora están preparando sus resultados. “Incluirán muchos más datos que los publicados anteriormente”, dijo Hu.