Máximo Kirchner y Axel Kicillof, igual que Sergio Massa, se reunieron el fin de semana pasado en la residencia oficial del Gobernador de Buenos Aires en La Plata. Seis horas. Cara a cara. El encuentro entre los K (Kirchner) y K (Kicillof) no terminó bien.
«No respetás a Cristina, no la respetás», se habría ofuscado el primogénito K cuando entendió que el otro K usaría en serio su lapicera emitiendo un decreto de desdoblamiento de los comicios contrario a los intereses familiares.
No hubo acuerdo sobre la posibilidad de que ambos sectores, en supuesta pugna electoral irreconciliable, vuelvan a funcionar como una coalición para pelear desde las listas unificadas del PJ las elecciones legislativas bonaerenses contra La Libertad Avanza (LLA). Todo indica que el peronismo bonaerense se dirige hacia una ruptura inevitable e inédita. Pero, al mismo tiempo, podría surgir, a último momento, una salida intermedia a este contencioso. Hay posibilidad de tregua. Sería apenas una táctica para armar un frente conjunto a pesar de que los Kirchner ya no le perdonarán a Kicillof sus gestos y acciones de rebeldía. Escenario complejo. Posible. De concretarse, solo habría unidad en las apariencias. Así se lo confirmaron a Clarín fuentes de la gobernación bonaerense, del Frente Renovador de Sergio Massa (el tercer protagonista de esta trama y quien declara que debe haber unidad), y también cinco jefes comunales de los distritos más populosos de Buenos Aires alineados de forma dispar con los K, o/y con el otro K.
«Lo primero que tengo para decir es que la decisión está tomada.Voy a firmar el decreto para desdoblar las elecciones provinciales de las nacionales. Es lo debo hacer. Si aceptan eso por supuesto que podemos llegar a un acuerdo», se adelantó en la reunión del domingo el Gobernador, ante un Máximo incómodo, que por mandato de su mamá, Cristina Kirchner, debía intentar doblegar al mandatario para que los comicios se desarrollen en la misma fecha.
Ocurre que a nivel nacional el voto será con boleta única, mientras que los candidatos provinciales van a las urnas con las viejas boletas de siempre. Un incordio de resolución logística compleja.
Cristina peleará hasta el final para intentar imponerse sobre Kicillof, y si no es posible, tal vez busque la conciliación. Sería aceptar en los hechos una capitulación. «No está en su naturaleza, va a intentar lo imposible para dañar a Axel», analizó ante este diario un miembro del Gabinete provincial.
Todo indica que, rabiosa por la pérdida de liderazgo en el PJ, Kirchner solo intentará provocarle daño al otro K (Kicillof).
La suerte está echada.
Los K (Kirchner) no creyeron que K (Kicillof) se animaría a desairarlos desdoblando los comicios en Buenos Aires.
Ahora buscarán dar vuelta esa decisión con una sesión convocada para el martes, en el senado provincial, donde intentarán sancionar un proyecto de Ley de la leal a los K, Teresa García, que determina que las elecciones en el distrito se hagan en una misma fecha, con competencia en PASO.
«Es un golpe parlamentario, una chicana inaceptable de Cristina: quiere voltear el decreto de Kicillof de desdoblamiento. Para colmo, los K no quieren suspender las PASO como pidió el Gobernador».
Si el proyecto de García se transformara en el Ley, Kicillof lo vetaría de modo total, en en parte si además incluye la suspensión de las PASO.
El ajedrez del PJ de Buenos Aires, el distrito donde vota el 40 por ciento del padrón nacional, es complejo y con posibilidad de disputarse en diferentes escenarios.
Los Kirchner insisten en que todos los comicios se hagan el mismo día porque son conscientes de que si las elecciones provinciales se votaran en fechas distintas a las nacionales, los jefes territoriales del partido usarán todo el poder del aparato electoral para beneficio propio: es decir, para que sea la boleta de sus candidatos locales y provinciales sea la más votada. El día que se vote para legislador nacional, los intendentes y jefes territoriales peronistas ya no se movilizarían con dirigentes de calle y ni financiarán la aventura electoral para beneficio de otros.
Cristina Kirchner estaba convencida de que sería candidata a diputada nacional con todo el aparato del PJ detrás suyo y alineado. No pasará.
Los K (Kirchner) quieren que haya primarias obligatorias en caso de que la guerra sea total contra su nuevo enemigo K (Kicillof). Eso equivaldría a que el Gobernador deba presentar una lista por dentro de la interna partidaria.
Al mismo tiempo, de no celebrarse las PASO, y de no llegar a un acuerdo con sus flamantes rivales, quienes apoyan al Gobernador deberán armar listas a nivel distrital para enfrentar a los K. Los días para votar serán tres: fecha para las PASO a nivel provincial, la elección definitiva para elegir postulantes distritales y el día, posterior, en el que se definirá la pelea a nivel nacional,
Todo cambió en el peronismo bonaerense. Cuarenta y cuatro intendentes de municipios muy populosos (La Matanza, José C. Paz, Berazategui) declararon que apoyarán a Kicillof, es decir, aceptan la rebeldía contra los Kirchner.
Expertos en las internas infinitas del PJ de Buenos Aires hicieron notar ayer que entre los jefes territoriales que se pusieron del lado de Kicillof se destacada Alberto Britos, de Chivilcoy. Es la comuna donde la candidata desde hace años es una integrante de la agrupación de Máximo, La Cámpora. Se trata de Costanza Alonso. Esas historias mínimas de internas de ciudades chicas se multiplican hasta llegar a la localidad con mayor cantidad de electores, La Matanza, 800 mil almas con derecho al voto, cuyo intendente, el siempre K Fernando Espinoza, ahora es leal al otro K (Kicillof).
Ante el escenario negativo en su contra, Kirchner intentó golpear el tablero dejando trascender que será entonces candidata a diputada provincial por la tercer sección electoral. «Sí, voy a ser candidata en la tercera», soltó en un almuerzo en una parrilla cercana a Ezeiza, y terminó la frase con un insulto. Intendentes que dialogan con Cristina dicen que «está desorientada» por la posición de Kicillof. Habla de ir de candidata a diputada provincial o nacional. Un enigma:¿y si finalmente no se presenta a candidata?
¿La ex diputada por Santa Cruz, ex senadora nacional por esa provincial, ex convencional constituyente, diputada y senadora nacional, dos veces Presidenta de la Nación y durante un período Vicepresidente es capaz de hacer campaña para llegar a una banca a la deslegitimada legislatura bonaerense?
De cumplirse esa promesa, tendría fueros.
Quizás ése sea su verdadero motivo de pelea teniendo en cuenta que la Corte Suprema resolverá su sentencia firme a seis años de cárcel por haber cometido delitos de corrupción, por lo que también será inhabilitada de forma especial perpetua para ejercer cargos públicos.
Si ella llegara a postularse como diputada provincial, podría enfrentarse en listas contrarias presentadas por el otro K (Kicillof),que serían encabezadas por los intendentes más poderosos de esa misma sección. Un alzamiento en contra de su autoridad que jamás transitó hasta ahora.
La agrupación La Cámpora, liderada por Máximo Kirchner, cumple un rol esencial en esta disputa interna. Son los «camporistas» los más enojados con Kiciloff.
Los intendentes del peronismo ortodoxo, al mismo tiempo, aseguran estar hartos de que La Cámpora siempre intente ganarles espacios de poder escudándose en Cristina.
¿Cómo es posible que el siempre leal a los K (Kirchner), el otro K (Kicillof), haya llegado al límite de romper con el liderazgo de la exvice?
Conviene hacer arqueología en esa relación para intentar responder a ese enigma.
En el último semestre del 2023, antes de que se definan las candidaturas para las elecciones presidenciales de ese año, se produjo una reunión en el despacho de Cristina Kirchner en el Senado que se transformó en hito en la grieta del vínculo de Kicillof con Máximo.
El Gobernador llegó a la reunión de trabajo en la que también estuvieron presentes el senador Eduardo De Pedro; y el entonces ministro de Economía, Sergio Massa, entre otros pocos más.
Kiciloff no aguantó la bronca.
Buscaba la reelección como Gobernador. Pero estaba convencido que era víctima de una conspiración de aliados, de amigos, que le operaban en contra. Desconfiaba de Máximo Kirchner. Y se lo iba a confirmar a los gritos, tras lo cual voló una silla por el aire, asustando a todos, tanto, que De Pedro se paró para frenar a Kicillof creyendo que podría irse a las piñas con Kirchner hijo, algo que no iba a pasar.
«Quiero plantear un problema», sorprendió Kiciloff. Y siguió: «Alguien en esta mesa me está operando en los medios. Leí varias notas que dicen que no voy a ser candidato a Gobernador aunque tenga derecho a la reelección: esos medios insisten en que voy a ser candidato a Presidente… Si lo escriben así es porque alguien de ustedes filtra esa información falsa para arruinarme».
Silencio.
Y habló más: «¿Alguno no quiere que vaya por la reelección y cree que tengo que postularme a la Presidencia? Díganmelo. Porque si es así espero que vengan de frente: yo nunca le dije que no a ninguna propuesta».
Le hablaba, sin nombrarlo, a Máximo, que efectivamente creía que mandatario provincial debía pelear la Presidencia para que sea un «camporista» quien vaya a la elección en busca de transformarse en Presidente
Kirchner hijo, jefe de La Cámpora, enfureció: «¡Qué te pasa Axel! ¿Me estás acusando de operar con los diarios», enfureció.
«¡Decime, decime entonces quiénes de los que están acá siguen jodiéndome con que voy a dejar la Provincia!».
El resto de los dirigentes, incluida Cristina, intentaron terciar en la disputa verbal.
Fue en vano.
El hoy Gobernador no quiso escuchar más nada y salió apurada del salón para subirse a un ascensor privado de esos despachos que lo llevaría a su auto oficial. No quería hablar más nada con nadie.
Un subalterno de la exvice lo frenó.
Kiciloff aceptó volver a habla pero solo con Cristina.
Maternal, experimentada en ser protagonista inesperada de peleas entre compañeros o parientes provocadas por motivos políticos, o por situaciones más virulentas, por disputas por elementos de peso específico, estaba calma.
Calmó a su otro «heredero»: «Axel, por favor. Decime si yo alguna vez te dije que vos ibas a ser candidato a Presidente en lugar de dejar la Provincia».
Y él, palabras más, o menos, respondió: «Nunca, Doctora».
Y ella: «¿Y entonces? ¿Ahora le hacés caso a lo que dicen los diarios».
Ese día se empezó a romper la confianza entre los K y el otro K. Todo se ahondó en el tiempo y escaló de modo insólito hasta hoy.
El jefe de Gabinete del Gobernador había sido impuesto por Cristina: era Martin Insaurralde, aliado de Máximo, quien pronto debió renunciar por el affaire del yate Bandido.
Kicillof ganó la reelección, y dirigentes de La Cámpora ocuparon alrededor de la mitad de los ministerios a su cargo. Siguen allí.
En esa campaña electoral, fallida a nivel presidencial pero no en Buenos Aires, ocurrió algo que podría, tal vez, actualizarse.
A pesar de que los Kirchner y Kicillof eran aliados políticos, Cristina no hizo campaña en favor del Gobernador. No fue a ninguno de sus actos. Máximo acompañó, pero poco menos que casi nada.
Es lo mismo que podría suceder esta campaña, si es que se produce la compleja tregua entre los K y K.
Unidos, sí.
Fingiendo demencia.