Durante siglos, se asumió que los gatos domésticos llegaron a China en tiempos remotos, probablemente durante la dinastía Han, cuando el comercio y los contactos con otras regiones ya eran intensos. Sin embargo, un hallazgo genético y arqueológico desmonta esa creencia y reescribe por completo la historia de estos animales en Asia oriental: los primeros Felis catus —los auténticos gatos domésticos— no llegaron al país hasta hace apenas 1.400 años, durante la dinastía Tang. Y lo hicieron como viajeros exóticos, a bordo de caravanas, en pequeñas jaulas de madera, cruzando el corazón de Asia por la Ruta de la Seda.
Hoy, los gatos son omnipresentes en los hogares chinos. Pero su historia en el país es sorprendentemente reciente. El análisis de ADN antiguo de 22 restos felinos, encontrados en 14 yacimientos arqueológicos distintos en China, ha revelado que todos los gatos domésticos identificados datan de un periodo posterior al año 700 d.C. El más antiguo de ellos fue descubierto en la antigua ciudad fortificada de Tongwan, en el noroeste del país, y ha sido fechado entre los años 706 y 883. Es decir, a mediados de la época Tang, en pleno auge del comercio internacional y del florecimiento cultural de la civilización china.
Hasta ahora, muchos creían que los gatos domésticos habían llegado durante la dinastía Han (206 a.C.–220 d.C.), una época clave de expansión y apertura. Sin embargo, no existen restos arqueológicos felinos que respalden esa hipótesis. De hecho, los hallazgos arqueológicos de esa época apuntan a un felino muy diferente: el gato leopardo (Prionailurus bengalensis), un animal salvaje y nativo de Asia que vivía en las cercanías de las aldeas rurales y cazaba roedores, beneficiando así a los agricultores, pero sin llegar a establecer un vínculo domesticado con los humanos.
De cazador salvaje a huésped ilustre
Durante milenios, el gato leopardo fue el único felino presente en las zonas habitadas de China. Ya en torno al 3.400 a.C., estos pequeños cazadores estaban activos en asentamientos agrícolas, como demuestra un esqueleto hallado en el yacimiento de Quanhucun. Aunque vivían cerca del ser humano y a veces eran enterrados junto a ellos, no hay pruebas de que fueran domesticados en el sentido estricto. Su papel era más funcional que afectivo: cazadores solitarios en medio del grano.
Esa situación se mantuvo durante más de 3.500 años. Pero algo cambió en el siglo VIII. Coincidiendo con el auge del comercio en la Ruta de la Seda, los gatos domésticos comenzaron a llegar desde Asia Central. La coincidencia temporal entre el primer gato doméstico encontrado en China y otro hallado en Kazajistán sugiere una conexión directa: estos animales cruzaron continentes a lomos de camellos, como parte del comercio de bienes de lujo y animales exóticos que caracterizó esa era.
Un regalo para la élite
Los primeros gatos domésticos no se esparcieron por las casas campesinas de inmediato. Su llegada fue discreta, casi ceremonial. Entraron a través de las cortes aristocráticas, como obsequios que los mercaderes y diplomáticos ofrecían a las élites chinas. Su comportamiento elegante, su aparente indiferencia y su pelaje claro —muchos de ellos eran blancos o parcialmente blancos— los convirtieron en símbolos de refinamiento. No eran simples mascotas, sino invitados distinguidos que inspiraban respeto y admiración.
Incluso se realizaban rituales antes de introducirlos en casa. En una sociedad tan codificada como la china de la época Tang, la llegada de un animal foráneo se interpretaba como un evento significativo. No es casual que las primeras representaciones de gatos en pinturas de esa época los muestren como figuras centrales en escenas de interior, casi como si fueran miembros de la familia. La mayoría aparecen con pelajes blancos, lo que coincide con los hallazgos genéticos del gato de Tongwan.
Este animal concreto, analizado con una cobertura genética de 16 veces su genoma, era un macho sano, sin mutaciones asociadas a enfermedades, de pelo corto y cola larga. No tenía genes de camuflaje, lo que indica que probablemente era completamente blanco o blanco con rayas claras. Una estética que, siglos después, seguiría siendo dominante: incluso en pinturas de los siglos XIX y XX, los gatos representados en el arte chino son, en su mayoría, blancos.
La Ruta de la Seda como vía felina
Lo más revelador del estudio es la procedencia genética de estos primeros gatos domésticos. Todos ellos comparten un linaje mitocondrial conocido como clado IV-B, una variante rara en Europa o en el Medio Oriente, pero que aparece en el gato hallado en la ciudad kazaja de Dhzankent, fechado entre los años 775 y 940. Esta coincidencia sugiere que los gatos llegaron desde Asia Central, y no por rutas marítimas desde el sudeste asiático, como se había planteado en otras teorías.
La Ruta de la Seda no solo transportó seda, jade o especias: también fue un corredor biológico que permitió la circulación de animales, ideas y costumbres. Los gatos, silenciosos y discretos, formaron parte de ese intercambio. Su expansión fue más lenta que la de otros animales domesticados —como caballos, vacas o perros—, pero su impacto simbólico fue profundo.
A medida que el gato doméstico se asentaba en China, su papel fue evolucionando. Ya no era simplemente un animal funcional como el gato leopardo, sino un ser con una carga simbólica. Su comportamiento, que alterna el afecto con la independencia, encajaba con ciertos valores del pensamiento taoísta y budista. Su silenciosa elegancia lo convirtió en figura recurrente en la poesía y la pintura.
Curiosamente, tras la llegada de estos nuevos gatos, los antiguos gatos leopardo desaparecieron de los asentamientos humanos. El último resto de esta especie en un contexto humano data del año 150 d.C., justo antes del gran vacío felino de seis siglos. A partir del siglo VIII, solo se encuentran gatos domésticos. La coexistencia no se dio: fue una sustitución silenciosa, quizás inevitable, dado que ambos ocupaban el mismo nicho ecológico.
Un legado todavía visible
El estudio no solo resuelve una incógnita arqueológica. También plantea preguntas sobre la relación entre domesticación, comercio y cambio cultural. Y nos recuerda que los animales, muchas veces, son protagonistas invisibles de la historia. El gato, en particular, es un caso fascinante: mientras en Europa su historia se asocia a supersticiones y persecuciones, en China su llegada fue celebrada como la de un ser refinado y enigmático.
Hoy, los gatos blancos siguen siendo populares en el país. Y aunque pocos sepan que su linaje comenzó hace apenas 1.400 años, cruzando desiertos y montañas, el eco de ese viaje sigue presente en la forma en que se les mira, se les cuida y se les representa.